1 sept 2009

Por Seth Lloyd. Ed. Knopf. Inglés. 2006. programming-the-universe

En este libro Seth Lloyd, profesor del M.I.T. plantea la posibilidad de que el Universo pudiera ser una gran computadora cuántica, y explica cómo puede explicarse su comportamiento y cómo lo que observamos, desde los objetos macroscópicos hasta los fenómenos de la mecánica cuántica encajan en ese planteamiento. En la línea de libros como Decoding the Universe emplea el planteamiento de analizar el Universo desde el punto de vista de la Teoría de la Información, esa información que entendemos fácilmente como los bits que manejan los ordenadores pero que en realidad está por todas partes, en cada átomo y partícula. Es algo físico que no se crea ni se destruye.

Las explicaciones del autor repasan rápidamente –tal vez incluso demasiado por encima y dando muchas cosas por supuestas– cuestiones de los principios de la computación cuántica, la informática y la mecánica cuántica, incluso se adentra en la cosmología. Según explica, las fluctuaciones originarias del Universo en expansión fueron las pusieron al Universo a computar. Eso dio lugar a patrones cada vez más complejos, que a su vez volvieron más complejo y avanzado ese cómputo universal. Al final, es el Universo el que se computa a sí mismo, en una suerte de medio-realidad medio-simulación, pues ambas cosas serían técnicamente indistinguibles.

A diferencia de las teorías de David Deustch que apuestan por la existencia de multiuniverso para explicar el funcionamiento de las computadoras cuánticas, Lloyd afirma que en realidad los «caminos cuánticos» que se no se «producen» en nuestra realidad simplemente desaparecen. Por otro lado, sobre las teorías de Stephem Wolfram en A New Kind of Science que proponen los automátas celulares como la base de los fenómenos físicos y del Universo en su conjunto, Lloyd dice que ese tipo de autómatas «clásicos», aun siendo computadoras universales, no podría computar de forma eficiente efectos cuánticos (algo descrito por el físico Richard Feynman) dado que eso sólo puede hacerse por «métodos» cuánticos.

Aunque el final del libro trata con cierto detalle acerca del desarrollo práctico de las computadoras cuánticas y de los diversos avances que ha habido en las últimas décadas, esa es la parte que se hace más breve y que deja con ganas de más. En general todo el libro es bastante divulgativo aunque al abarcar tanto en tan poco espacio requiere un voto de confianza para aceptar algunos de los planteamientos del autor, lo que anima a una investigación en profundidad de cada una de las muchas referencias que menciona a trabajos publicados tanto por él mismo como por otros expertos en la materia.

Finalmente me encantó que entre algunas de las curiosidades que aparecen en el libro estuviera el teorema de los monos infinitos y de cómo pueden (o mejor dicho, no pueden) llegar a escribir Hamlet, debido principalmente a la corta edad del Universo. Lo intrigante del asunto es que, en cambio, mucho antes podrían escribir un programa de ordenador para calcular los decimales de π (que podría tener unas pocas decenas o cientos de bytes, frente a las decenas de miles de letras de Hamlet), lo cual sería en cierto modo… más sorprendente todavía.

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